¿Por qué a mí?

¿Por qué a mí, si soy buena persona? Nos cuestionamos cuando estamos atravesando dificultades en la vida. En ocasiones, no entendemos por qué pasamos por esa prueba o dificultad. Hasta llegamos a pensar que Dios no nos ama. Y debatimos sobre el porqué otras personas viven haciendo el mal, y les va mejor que a nosotros.

Con seguridad cuando pase la tormenta, veremos el cielo claro y resplandeciente

Con seguridad cuando pase la tormenta, veremos el cielo claro y resplandeciente.

Todo tiene un propósito. La adversidad, la angustia, las pruebas, las tribulaciones, y los quebrantos, funcionan como lecciones de la vida. Es gracias a ellas que crecemos y maduramos, así como también, nos ayudan a cambiar nuestra conducta.

Dios permite la adversidad primeramente; para captar nuestra atención. Es en la prueba que nos acordamos de que existe, y que debemos acercarnos a Él. Dios usa muchas maneras para buscarnos, la adversidad es una de ella. Venimos ante el Señor en medio del dolor, pues, la mayoría de las veces, no estamos interesados en conocerle más, ni mucho menos de tener una relación con Él. Dios dice en su palabra:

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. (Apocalipsis 3:20 RV).

No pospongas ese encuentro con tu Creador, respóndele con humildad, que Él hablará a tu corazón.

Segundo, Dios deja que pasemos por situaciones difíciles; porque en esos momentos nos lleva a examinarnos internamente. Nos muestra de qué estamos hechos realmente. Si nos mantenemos firmes en nuestras convicciones o somos movidos por cualquier viento adverso que sopló en dirección contraria. Así también, demostramos si estamos dispuestos a pagar el precio por lo que creemos y queremos o, por el contrario, a la primera tempestad, abandonamos el barco.

Nosotros aprendemos más de las experiencias que vivimos en el valle de lágrimas. Maduramos más con el sufrimiento que con el éxito. Cada vez que experimentemos la adversidad, debemos comprender que Dios quiere mostrarnos su poder y su amor.

Y en tercer lugar, el Señor no nos exime de padecer dolor; para que la lección produzca un cambio en nuestra conducta. Los profesores en las escuelas, con frecuencia, se proponen objetivos de cambio con sus charlas en el salón de clase. Estos objetivos denotan de manera concreta y valorizable las conductas que el maestro desea que el estudiante exhiba, como prueba de que ha aprendido la lección. (Charles F. Stanley, Principios de Vida, Biblia Reina Valera)

Las enseñanzas que el Señor nos imparte por medio de la adversidad son con ese mismo propósito, un cambio en el corazón y la mente. Así que, confiemos en Dios que, todo pasa para bien aunque al momento no entendemos, pero con seguridad cuando pase la tormenta, veremos el cielo claro y resplandeciente.

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